La Sixtina de Catacaos
Una joven pareja se abraza y besa. La romántica escena no tendría nada de inusual si no fuera porque la banca que ocupa no es la de un parque sino la de una iglesia. No es domingo ni hora de misa. Son cerca de la 1 de la tarde y el templo está desolado. Es tan espléndido como inmenso que a pesar de la soledad reinante es fácil pasar desapercibido entre sus cientos de bancas.
Quizá por esa razón los jóvenes no se resistieron a la tentación de intimar bajo las imágenes de “La Creación” y “El Pecado Original” pintadas en el cielo raso de la iglesia. Pero el párroco los ve desde el altar mayor y pega dos palmadas, así que los efusivos amantes no tienen más remedio que marcharse a continuar con sus caricias a otra parte.
La iglesia de Catacaos, un distrito de Piura famoso por su artesanía, es considerada una réplica de la Capilla Sixtina por la gran cantidad de murales que decoran sus techos, los cuales han sido pintados por artistas lugareños en condiciones muy parecidas a las de Miguel Ángel: recostados de espaldas sobre los andamios.
El profesor Matías Cruz, autor de un libro sobre el templo, recuerda que una de ellos, Mary Susan Campoverde, le dijo mientras dibujaba “La Resurrección” que trabajando en esa incómoda posición, se identificaba mucho más con el arte.
“Aquí en esta altura donde se deja de lado el caballete, es el lugar donde se manifiestan las sensaciones de alegría, dolor, nostalgia, gusto, furia y tranquilidad”.
El legado de Campoverde y sus compañeros es una maravillosa colección de murales que dan al templo una vistosidad sólo comparable con la que ha hecho famosa a la capilla del Vaticano.
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Desde que el colectivo ingresó a la plaza principal de Catacaos, me sorprendió que un pueblo tan pequeño tuviera una iglesia tan grande así que dejé la compra de artesanía para después y le pedí al chofer que me abandonara en el templo.
“Esta es la catedral”, me dijo antes de estacionarse. Y aunque más tarde el párroco me explicó que el chofer estaba equivocado -sólo es catedral la casa del obispo- pensé que es natural que la gente se confunda. El edificio de color verde tenis parece una por su monumentalidad y acabados neoclásicos.
El templo fue construido a mediados del siglo XVI en honor a San Juan Bautista en el mismo lugar donde los curacas tallanes, antiguos habitantes de Piura, se reunían para resolver en consejo los problemas de su pueblo.
Sin embargo, la iglesia que miles de fieles y devotos colman en Semana Santa, no es la misma que ordenó levantar el “pacificador” español Pedro de La Gasca a su paso por Piura en busca de las huestes de Gonzalo Pizarro. El templo original fue destruido por el terremoto de 1912 y reconstruido en 1915. La naturaleza se volvió a ensañar contra el recinto en 1983 cuando el fenómeno de El Niño debilitó sus estructuras y lo dejó al borde del colapso.
Las obras de refacción se iniciaron al año siguiente y fueron posibles gracias al trabajo mancomunado de la población y sus autoridades que formaron un comité pro-reconstrucción. La tarea fue titánica y tomó 10 largos años en los que se organizó toda clase de actividades para recaudar fondos -desde bingos hasta peregrinajes- y pidió el apoyo de la empresa privada. La labor dejó a los cataquenses el orgullo de la misión cumplida, una iglesia que es una obra de arte y cómo no, algunos pasivos.
“Tengo cinco años aquí y he encontrado deudas por materiales y mano de obra que recién hemos terminado de pagar en el 2003”, cuenta el párroco Pedro Chunga.
El sacerdote diocesano me acompañó en un recorrido por la iglesia y permitió subir hasta el mirador para ver de cerca las estatuas de Cristo, la Virgen María y los doce apóstoles. A Judas -muy recordado últimamente- se lo puede identificar porque lleva en su mano la bolsita en la que recibió las monedas por entregar a Jesús.
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El diablo también habita en esta parroquia; pero no hace el mal sino el bien. Los artífices de este insólito triunfo son los albañiles que reforzaron las columnas del templo con una mezcla de yeso y cemento que lleva el nombre del príncipe de las tinieblas. “Le dicen diablo porque es una mezcla bien dura”, explica el padre Chunga.
La Casa de Dios, como llaman también los cataquenses a su iglesia, es un recinto donde la tradición cristiana se mimetiza con las creencias paganas. El símbolo más popular de este sincretismo religioso es la devoción a Dimas, el buen ladrón, al que el pueblo ha canonizado y venera como santo a través de una imagen tallada en madera.
Como no es un santo “oficial”, la imagen de Dimas ha sido colocada en el presbiterio hasta donde diariamente llegan devotos de todas las condiciones económicas a pedirle un milagro. Muy cerca de él está también la imagen de Gestas, el ladrón malo, que según el padre Chunga, también tiene sus devotos (¡¿?!).
Como anécdota, Abraham Mendoza, el adusto encargado de darle mantenimiento a la parroquia, cuenta que hace dos años llegó hasta la imagen de Dimas Susy Díaz acompañada por curanderos de Las Huaringas. “Le rezó, puso velas, ofrendas y se fue”.
Los congresistas Paulina Arpasi, Humberto el “charro” Requena y el inefable ex canciller Fernando Olivera son otros personajes que han sido vistos por Mendoza pidiéndole un milagro a San Dimas.
Además de los óleos y murales, la iglesia de Catacaos guarda las imágenes de muchos santos y vírgenes. La tarde que visité el templo, alguien había dejado un pequeño ramo de rosas blancas en los brazos de la Virgen de Fátima. El padre Chunga dice que la mayoría de novias que se casa en la parroquia acostumbra dejar su buqué a la virgen de la cual es devota. Sólo en ese momento, los besos apasionados están permitidos en este santo lugar.
HEROICA VILLA
* Catacaos, que significa “llano grande y exuberante”, está situado a 8,5 kilómetros al sureste de Piura. El viaje en colectivo toma 15 minutos y cuesta S/. 1,50 por persona.
* La población del distrito supera los 65 mil habitantes y se dedica principalmente a la siembra de algodón, arroz y maíz.
* La Calle Comercio, a la que se ingresa por una de las esquinas de la plaza de armas, es el punto de concentración de orfebres, ceramistas y mercaderes de artesanía en madera y cuero.
* Un punto obligado para el turista son los restaurantes y picanterías donde los platos típicos son la malarrabia, el seco de cabrito con tamales verdes, el caldo de siete carnes y el seco de chabelo. Sólo no deje que lo lleven uno de los mototaxistas que ofrecen sus servicios de guías porque podría terminar asaltado.