El hombre que vende minutos
Debajo de la torre del reloj, Fabián Martínez vende minutos. Sentado sobre una silla de plástico al pie de la portada que antiguamente separaba a ricos de pobres, el joven cuenta las horas para dejar el sitio en el que se ha pasado los últimos cuatro años sacando del apremio a todo tipo de gente, desde taxistas hasta prostitutas que necesitan contactarse con algún cliente.
El muchacho viste un polo amarillo que lleva en el pecho unas letras rojas estampadas anunciando su servicio. Es moreno y cuando ladea el rostro deja ver la marca que le dejó el rasguño de un gato cuando tenía cinco años. Está cansado del sol y la polución, pero contento porque sabe que muy pronto estas incomodidades se acabarán.
“Voy a montar un bar en Cali. Ya está casi listo. Me iré en dos semanas”, afirma con orgullo mientras contempla el parque que ha convertido en su área de operaciones. Hasta aquí llegó el día que Bienestar Familiar, la compañía estatal para la que trabajaba como asistente de comunicaciones, decidió recortar planilla.
Luego de tres meses de vacaciones forzosas, decidió no alejarse mucho de las comunicaciones e invertir su liquidación en la compra al crédito de líneas de telefonía móvil. Como revender llamadas en la calle está prohibido, un amigo microempresario le hizo el favor de sacar la línea a su nombre. No le ha ido mal y está a punto de retirarse para invertir los ahorros conseguidos en el negocio de los licores.
“El negocio da cuando se administra de la mejor forma. Si mi costo es 130 pesos por minuto y vendo a 300, guardo los 130 y quedo bien con la factura. Muchos otros no duran porque se comen el capital y si trabajan con proveedor, le quedan mal. No todos tienen la misma disciplina para administrar una línea”, comenta.
La cabina pública andante de Cartagena es uno de los muchos oficios informales que han inventado los latinoamericanos que perdieron su trabajo durante la crisis económica que golpeó a la región a fines de los noventa.
“La mayoría de empresas despidió gente y recargó a los que se quedaron. Y cuando la economía se recuperó, no volvieron a contratar a los que habían despedido sino que reasignaron labores. Eso dejó a gran cantidad de gente en la calle que trata de solucionar el problema dedicándose al negocio informal”, explica Jorge Navarro, investigador del Observatorio del Caribe Latinoamericano.
Según cifras del Observatorio, en 1994, año en el que Colombia registró la tasa de desempleo más baja de su historia, en Cartagena habían 18 mil desocupados. En 1999, esa cifra se elevó a 70 mil y en los dos últimos años se ha estancado en 55 mil.
Por eso, no sorprende que según un estudio del mismo Observatorio, seis de cada 10 personas ocupadas en Cartagena trabaje al margen de la ley vendiendo artesanías, prendas, discos piratas, frutas o equipos de radio.
“Aquí floreció el mototaxismo y la venta de minutos por celular. La gente no se puede dejar morir de hambre”, dice el investigador.
En la esquina de la calle San Juan de Dios, al costado de la iglesia San Pedro Claver, Wilmer Vellojin, un muchacho de 18 años, vende artesanías que exhibe sobre un paño en la vereda. La mayoría de piezas son collares y cinturones hechos con la fibra que se obtiene de una mata de plátano llamada hiraca. Wilmer y sus hermanos confeccionan la mayoría de adornos y otros los compran hechos a unos indios de Santa Marta.
Sus accesorios tienen mucha salida entre los turistas y sabe que estamos en temporada alta por lo que con seguridad el día le dejará entre 150 y 200 mil pesos, el doble de lo que obtendría en temporada baja y más que suficiente para cubrir sus costos.
Con estos ingresos, Wilmer ayuda a cubrir los gastos de su familia y su pensión porque estudia el segundo año de Filosofía en la Universidad de Cartagena.
¿Y no te gustaría exportar? Wilmer y su hermano Germán que acaba de llegar trayéndole el almuerzo sonríen. “Sí, pero el problema es la falta de capital y de un intermediario, un comprador”.
Justamente, según el estudio del Observatorio, la mayor dificultad que enfrentan los comerciantes para formalizarse es la falta de crédito y contactos.
“Como no tienen garantías o avales que respalden la deuda, no pueden acceder a crédito formal”, apunta Navarro.
Por eso, el estudio recomienda seguir el ejemplo de Blangadesh, donde el Estado creó un Banco de los Pobres que presta un promedio de 70 dólares por persona sin intereses leoninos. El programa ha sido un éxito como lo demuestra que la tasa de recuperación de los créditos sea de 98 por ciento.
Para Navarro, la explicación es sencilla.
“Si la gente sabe que es la única oportunidad de acceder a financiamiento y de hacerlo a una tasa razonable, se ve incentivada a cumplir”. Debajo de la torre del reloj, el hombre que cuenta las horas para marcharse se lo agradecerá.
2 Comments:
Estimado CharlyNaldo: Necesito saber la fecha que fue publicada esta nota en el diario. Gracias
julcafer@hotmail.com
Vaya manera de ganarse la vida. Sin duda muy novedosa, a mi me sorprendio mucho ver este trabajo de "vende minutos de celular" por las calles principales de Trujillo. Pero mira en Colombia tambien estaban, y supongo que en algunos paises mas de Sudamerica.
En fin si hay que sobrevivir a esta vida, que sea siempre de la mejor maner: Trabajando honradamente no crees?
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